No me gusta el fútbol; quizá porque no lo entiendo, quizá por otras cosas que poco o nada tienen que ver con el deporte. Sin embargo, me encanta ver a los niños jugar. Ponen la vida en ello, porque eso es la vida para ellos. Saben muy bien qué es lo correcto y rechazan lo que no se ajusta a las normas del juego. Tienen la mirada puesta en el éxito, ganar el partido, pero eso no impide que disfruten del juego. Dan todo lo que pueden y no se desmoralizan si los resultados no son los esperados. Reflexionan y buscan explicaciones. Y... si llega el gol, VUELAN.